Maquillado
Era mi primera vez, y curiosamente, el estrés apaciguaba mis nervios. La semana se estaba consumiendo sin haberme percatado, pero aún restaba el momentazo inédito del viernes noche. Subía las escaleras con demasiada inconsciencia de aquello que me aguardaba en la tercera planta de ese edificio de la renovada calle Camacho de La Paz (Bolivia). Superaba sin esfuerzo el pasivo control de seguridad, cuando de repente alguien salía a mi encuentro. Me preguntaba si yo era yo, y no me quedó otra que contestarle: “Si, yo mismo”. Tras unos minutos de espera, me invitaron a pasar a la sala de maquillajes. Situación insólita detrás de las bambalinas. Primero, me peinó la barba. Después, las cejas. Me hicieron algo en la pestaña que todavía no acabo de saber qué era. Luego, unos polvitos para los pómulos, nariz y frente. Y como cierre de tal dantesco espectáculo: algo de pintalabios…
Escondido en mi disimulo –como si hubiera pasado por este mal trago toda la vida-, caminaba atónito en dirección de ese boquete donde me habían metido –y me había dejado meter. Comenzaba a asustarme porque a esas alturas no tenía claro si me habían invitado para hablar de economía y política, o si se trataba de una toma falsa, o quizás, fuera un reality-show.
Instantes más tarde, ya estaba en el plató de uno de los programas más vistos (Cabildeo), y con una de las periodistas más conocidas (Amalia Pando). Ya habían pasado dos invitados: Roberto Aguilar (vicepresidente de la Asamblea Constituyente), y el director del Teatro de los Andes (muy recomendable). El tercero era mi turno. Mientras ponían algunos anuncios, la presentadora-directora (la mismísima Amalia Pando) me preguntaba si yo era el invitado. Digo que si. Ella comenta algo sobre mi juventud y mi informalidad –ni el maquillaje pudo hacerme más viejo ni más formal. Mis nervios se iban desmelenando. Imagino que si hubiera llevado rimel se me hubiera corrido. Era ya el momento de entrar. Luces, cámaras y acción.
Escondido en mi disimulo –como si hubiera pasado por este mal trago toda la vida-, caminaba atónito en dirección de ese boquete donde me habían metido –y me había dejado meter. Comenzaba a asustarme porque a esas alturas no tenía claro si me habían invitado para hablar de economía y política, o si se trataba de una toma falsa, o quizás, fuera un reality-show.
Instantes más tarde, ya estaba en el plató de uno de los programas más vistos (Cabildeo), y con una de las periodistas más conocidas (Amalia Pando). Ya habían pasado dos invitados: Roberto Aguilar (vicepresidente de la Asamblea Constituyente), y el director del Teatro de los Andes (muy recomendable). El tercero era mi turno. Mientras ponían algunos anuncios, la presentadora-directora (la mismísima Amalia Pando) me preguntaba si yo era el invitado. Digo que si. Ella comenta algo sobre mi juventud y mi informalidad –ni el maquillaje pudo hacerme más viejo ni más formal. Mis nervios se iban desmelenando. Imagino que si hubiera llevado rimel se me hubiera corrido. Era ya el momento de entrar. Luces, cámaras y acción.
3 Comments:
jipi! xD
Lo has dejado en lo más interesante.. ya contarás qué tal fue el resto, espero.
Un abrazo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cuanto camino recorrido desde que nos pasabamos el domingo por la noche viendo Amalia (y comiendo ensaladilla rusa, no podia faltar!) en la casa del Guereo en Sucre - las vaquitas del Beni, mas de un debate constituyente inutil, entrevistas con mas de un pelutodo (para decirnos que se venia una semana decisiva, jajajajaja) - hasta el encuentro con la "mismisima Amalia" y la participacion en Cabildeo!!! Felicitaciones!!! Hay que insistir para que te manden la grabacion desde Bolivia! Quiero verte "maquillado", jajajajajaja.
besitos,
Sandra
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