28 noviembre 2007

La carretera: el bulevar de los sueños rotos

Hablando de carreteras, ya quisieran los bolivianos tener las rutas que poseen los marfileños. Sorprendentemente, y a pesar de los estragos de los años de guerra, la carretera principal del país -que une todas las principales ciudades, de norte a sur, de este a oeste- está asfaltada, mas o menos estable, y mas que aceptable. Todavía debe ser una inequívoca señal de los vestigios de su pasado como potencia económica en Africa.
La carretera parece un auténtico bulevar de los sueños rotos, donde todos –evidentemente negros- pasean por el costado, sin que apenas haya arcén. No cesa esa riada de personajes que vienen y van de uno y otro lado de la ruta. Las mujeres transportan de todo –papayas, ropas, agua, troncos… - encima de sus cabezas con una naturalidad asombrosa, pero muy elegantemente. Desfilan niños y mayores, con sus bubús (traje musulmán) o camisetas de Ronaldinho… Ahora entiendo porque ganan siempre esas competiciones de atletismo de 3000, 5000 y 10000 metros, o cualquier maratón que se tercie. Unos entrenan para ello, y otros están entrenados por pura necesidad. ¡Ay, qué loco está este mundo!
La carretera también es aprovechada en los costados para secar el arroz, y en especial, el cacao. Costa de Marfil es el principal exportador mundial de cacao. Ese olor a cacao de carretera no se traduce en ningún chocolate made in Costa de Marfil. Estas navidades, cuando ande comiendo cualquier rico bombón francés, espero acordarme de esas carreteras de cacao.
Sin salirse de la carretera, a los lados, cualquier espacio verde más o menos regular se convierte en secadero público. Allá se tiende la ropa como si la estuvieran poniendo a la venta. No siempre es posible encontrar un hueco para este tendedero natural, porque la salvaje vegetación no entiende de necesidades, y suele ir ganando terreno a la carretera.
Los rebeldes también usan la carretera como zona habitual de trabajo, o mejor dicho, de recaudación de un supuesto impuesto revolucionario. Curiosamente no solo son los rebeldes de la zona norte del país sino también las fuerzas militares gubernamentales lo hacen en su “jurisprudencia”. Los unos como los otros, con sus múltiples retenes, paran a quien ellos crean oportuno para que paguen una cantidad por determinar de CFAs (moneda local). Afortunadamente, y gracias al camionetón de Naciones Unidas -nunca pensé decir esto en público-, todavía no hemos sido sometidos en ningún retén: nos paran, y seguidamente cuando leen las siglas UN, nos levantan un ridículo tronco de inofensivo árbol como si nos perdonaran la vida, espero que sigan así de condescendientes.
Drogba es otro asiduo de la carretera, y no por porque pasee mucho por ella. El jugador marfileño de más fama internacional -que ahora juega en el todopoderoso Chelsea inglés- aparece a cada rato por esta carretera. Posa con una imagen poco acorde la realidad que recorre este país. “Drogbattitude”, o algo así dice en esos pretenciosos carteles de publicidad, propugnando que Drogba es nada mas y nada menos la actitud que hay que tener frente a esta vida, como si fuera tan fácil. Tan loco como cierto.
Si bien las carreteras no tienen el tráfico ni atascos de cualquier rincón de Europa, si hay dos medios de comunicación bien diferenciados: continuos Mercedes y BMWs –tanto en nuevos como en viejos modelos- y unos autobusitos que no invitan a llevarte a ninguna parte: cargados hasta la saciedad, de bultos y personas, con una altura de carga que casi siempre supera a la propia altura del vehiculo, provocando un desequilibrio de alto riesgo. Además, acá la circulación solo se puede saturar por la cantidad de cabras y ovejas que deambulan como dueñas de la carretera. El otro día pude ver hasta un mono civilizadamente paseando por el costado de la carretera. ¡Lo que hay que ver!



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