Los talleres de la Constituyente
Una de la cosas que más me ha impresionado de este mundillo que revolotea a la Asamblea Constituyente es el exceso y abuso de talleres, foros, seminarios, encuentros, congresos,... Todos estos actos de formación, de discusión, de difusión, de capacitación, y yo que sé de que serán. Bueno si, de algo estoy seguro, y es que los talleres son “con refrigerio”. Justamente el momento donde se relacionan dos mundillos aparentemente desconectados: el mundillo de la asamblea con el mundillo que “le vale madre” la asamblea. Más concretamente, hago referencia a cualquier bar, restaurante u hotel que ofrece refrigerio a precio módico y calidad mediocre. Los refrigerios se convierten en la condición sinequanon para interpelar al estado, para hablar de lo plurinacional, para exponer sistemas electorales, para contar lo que pasó en Sudáfrica o en la constitución española, o cualquier otra pelotudez. Por el contrario, y ante la diversidad de temas del taller, la variedad del refrigerio brilla por su ausencia. Hay fuerte tendencia a la empanada salteña, el sandwinch de pollo y poco mas. Y aunque no es que sean de mi mayor agrado, parece que los constituyentes con su mundillo a cuesta no dudan en zamparse una de esos horripilantes manjares que facilitan el trago (o mal trago) del supuesto conocimiento. Incluso a veces, repiten por si fuera poco, hasta se pelean por la captura de esos víveres infumables.
Volviendo a esos talleres donde se pretenden arreglar algo que es irreparable, me gustaría seguir reflexionando en voz alta. Al principio, pensaba que era algo lógico que se quisiera capacitar, formar y abrir debates de temas que estaban en el candelero. No veía con tan malos ojos ese desfile de supuestos expertos que daban charlas seminales sobre cualquier objeto de este entuerto constituyente. Sin embargo, hablar de expertos por estas latitudes es dar una patada en el trasero a la real academia de la lengua castellana, y no hablo de la quechua, ni de la aymara. ¿Qué quiero decir con esto? Bien sencillo: acá, experto es aquél susodicho que puede hablar durante una hora seguida de cualquier tema enfrente de devoradores de inofensivos y detestables refrigerios. Por ejemplo, traen un francés para hablar de autonomías, y acaba metido en la comisión de ejecutivo. Para colmo de la sabiduría, el tipo como no tenía idea de nada, acudió unos días antes a España a entrevistarse con otro experto para ver si lo iluminaba, y lo iluminó tanto que todavía parece no haber despertado. Ejemplos para dar y regalar de expertos de pacotilla que charlatanean al mejor estilo del vendedor de babas de caracol. Mientras tanto, los constituyentes y su mundillo siguen atragantándose con los famosos refrigerios del hotel de la esquina.
La constituyente siguió con sus vueltas al reglamento, con su “hasta-las-pelotas” artículo setenta del sistema de votación, con sus comisiones, con su gira triunfal de foros territoriales, con sus informes por mayoría y por minoría, .... Ahora vendrá plenaria, pero hay algo que no cambia: los talleres de la constituyentes, con su mundillo de un lado y del otro, con sus expertos, con sus anuncios en prensa, con sus afiches, y dura y perdura: los constituyentes engullendo refrigerios de tres al cuarto del restaurante de turno.
Tengo la certeza, y ahora hablando en un plano menos cínico y más analítico, que esto de los talleres no es algo casual sino bien causal. Muy bien preparado por las mentes de la cooperación para desviar la atención de los verdaderos debates, y para restar fácilmente horas de trabajo de aquellos que deben trabajar por refundar un nuevo país y solucionar los verdaderos problemas de Bolivia. Nunca mejor dicho se juntan el hambre con las ganas de comer, y esta vez no lo digo en el sentido físico del término que también pudiera ser. Ahora me refiero a que resulta bien sencillo seducir a constituyentes para que abandonen sus funciones por las cuáles fueron electos. La cooperación contenta porque puede gastar la plata presupuestada de la manera más burda que conozco, pero nada inocua. Objetivo cumplido y todos contento. Plata gastada, atención desviada, muchos bolsillos rebosantes, el mundillo de acá satisface y alimenta a su ego; unos por hablar y otros por organizar, y todos cobran. El mundillo del otro lado haciendo su “business”. Y los constituyentes evitan calentarse mucho la cabeza acudiendo a estos talleres, y además, se ahorran un horroroso almuercito sustituido por un refrigerio igual de horroroso, pero gratis.
Me queda una duda: ¿cuántos refrigerios se habrá metido en el cuerpo una de las constituyentes mas fieles a los talleres de esta constituyentes como es Dora Arteaga (MAS, Santa Cruz, Comisión Economía)? No solo me queda esta duda, sino muchas mas; ¿será esto la soberanía alimentaria? ¿o el derecho a la alimentación saludable? ¿será la educación universal y gratuita? ¿será esto la cooperación al desarrollo? ¿de qué? ¿será la descolonización? ¿será la economía comunitaria? ¿será la autonomía indígena? ¿serán los usos y costumbres? ¿ó el cuarto poder plurinacional? No sé, pero de algo estoy seguro: son “los talleres de la Constituyente”. Sálvese quien pueda.
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