18 junio 2008

Para almorzar, cebra.

El Serengeti es uno de los parqués naturales más importantes del mundo por su diversidad en flora, y especialmente, en fauna. Está situado en el Noroeste de Tanzania, cerca de Kenia. Ahí se han rodado muchos de los documentales de animales que alguna vez hemos visto. Sobre esa llanura sin fin (Serengeti en la lengua de los Masais significa exactamente esto), conviven la variedad más absoluta de “bichos”: leones que dominan, cebras que rayan, buitres que buitrean, elefantes que devoran una cuarta de tonelada de hierba y ramas, ñús que se pelean, jirafas que sobresalen elegantemente, gacelas alertas, hipopótamos que chapotean –mejor sin detalles escatológicos-, cocodrilos desafiantes, serpientes despistadas, flamencos, rinocerontes lejanos, ímpalas escurridizas, búfalos solitarios, antílopes temerosos, avestruces relajadas,…
Contiguamente al Serengeti, el cráter Ngorongoro. Otra belleza natural. La llanura seca se transforma en vegetación frondosa y selvática. Más animales, más de todo. Por si éramos poco, parió la abuela: los masais. Esta tribu emblemática pastorea sin cesar. Su vida gira en torno al ganado, incluso creen que ellos eran dueños de todo el ganado del mundo, y se lo robaron, creyéndose ahora con el derecho de recuperarlos. Viven en asentamientos circulares protegidos y aislados. Cazan como puede y evitan ser cazados. Engalanados de unas sencillas túnicas moradas, rojas o azules deambulan en ese increíble paraje. Todo demasiado impresionante.
Llega el medio día, y el calor invita a tomar una “tapita”. Allá, ninguna tasca, ninguna venta, ningún restaurante. Sin embargo, cerca de un riachuelo, un león se está dando un homenaje, todo un banquete. Con su boca manchada de sangre, almuerza una descuidada cebra. La naturaleza habla por si sola.
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